Existe una falsa sensación de igualdad en países donde las mujeres están apartadas del mercado laboral
Llevan la delantera. Al menos, en lo que a formación se refiere (el 54 % de los universitarios son mujeres), porque en materia salarial, ellas van un siglo rezagadas respecto a los hombres. «Al menos hasta dentro de 100 años la brecha salarial no se va a cerrar, lo que significa que yo no voy a ser testigo. Y mi hija tampoco lo será», aseguró este año la presidenta de la Federación de Empresarias y Directivas de Asturias (FEDA), Begoña Fernández-Costa. Una frase tan cruda como realista. Las cifras le dan la razón: No hay ni un solo país en Europa donde las mujeres ganen, por lo menos, lo mismo que los hombres. Ni en los utópicos y liberales países nórdicos ni en los conservadores y proteccionistas países centroeuropeos. Las mujeres ganan menos, tienen peores trabajos, se retiran antes del mercado laboral y tienen pensiones más pequeñas. Y lo que es peor: avanzamos a paso de tortuga.
La primera potencia económica europea también lo es en desigualdad de renta porque Alemania paga a sus mujeres 1.999 euros de media mensuales mientras sus compañeros cobran 3.172, según datos del Instituto Europeo para la Igualdad de Género. (EIGE) Detrás de las humeantes fábricas de automóviles se esconden las vergüenzas de un país donde el 75,8 % de las mujeres trabajan, sí, pero el 31,3 % lo hacen a tiempo parcial frente al 8 % de los hombres. Esa precariedad, que tiene acento predominantemente femenino, se repite en todos los países de la UE. También en los que sacan pecho porque tienen una brecha salarial menor, como es el caso de Grecia. Las mujeres en el país heleno ganan al mes 288 euros menos. ¿Significa esto que Alemania las discrimina más? No. «Una baja brecha salarial no indica necesariamente una mayor igualdad de género. Por el contrario, puede ser consecuencia de una baja participación laboral de las mujeres», explica el EIGE. Y eso es precisamente lo que ocurre con el país mediterráneo. Solo el 49,1 % de sus mujeres tienen un empleo por el que cotizan, en comparación con el 67,4 % de la media europea, según Eurostat. El matiz es importante, porque hay muchas que trabajan, pero no reciben remuneración, o cobran en negro. Y eso es porque las mujeres siguen siendo las responsables de las tareas de cuidados y crianza. En países como Italia o Grecia, las mujeres tienen un 61,2 % y un 69,3 % más de probabilidades que los hombres de encargarse de las labores de casa. ¿Qué hay de las españolas? Tienen un 42,6 % más de probabilidades que los hombres de tener que ceñirse a ese rol que las vincula a la vida en el hogar, a la atención de la familia y los miembros dependientes. Un papel que también las empuja a reducir sus jornadas laborales y a trabajar menos horas al mes. «El nivel medio de empleo de las madres entre 20 y 49 años con un niño es del 65,4 % en comparación con el 91,5 % de los padres», sostiene un informe del EIGE. Y, aunque a menudo se suele asociar la precariedad laboral de las mujeres y la discriminación a los países con menor índice de desarrollo económico, lo cierto es que en los países de la Europa Occidental (Bélgica, Alemania, Países Bajos y Austria) es donde se registran las tasas más altas de trabajo parcial femenino (39 %).
Veto invisible
«Las mujeres están sistemáticamente infrarrepresentadas en las posiciones de mando», reconocen las autoridades europeas. No es una mera declaración política. Los datos no dejan lugar a dudas. En el primer semestre del 2019 solo el 6,9 % de los CEO, el 17,6 % de los ejecutivos y el 30,4 % de las posiciones de dirección no ejecutivas estaban en manos de mujeres. No solo hay pocas, también ganan 10 euros menos cada hora en comparación con sus compañeros por desempeñar la misma labor, según las estadísticas. Una resistencia invisible que tiene como ejemplo a España. En materia de diversidad de género, el país ocupa la onceava posición entre la lista de 12 países con empresas en el STOXX Europe 600.
Persisten los roles profesionales: a la enseñanza, la sanidad y los cuidados
Imagínese llegar al último día del mes de diciembre y comprobar que le adeudan dos nóminas. No solo eso. Le comunican que no se las van a pagar. Sí se las abonarán a su compañero, quien ha trabajado las mismas horas que usted. Pues eso es lo que sufren las 8.978.764 mujeres afiliadas a la Seguridad Social en España. La brecha salarial las obliga a trabajar gratis de media casi dos meses al año. Y da igual qué labores desempeñen, la brecha es visible en todos los sectores de la economía, donde todavía persisten ciertos roles profesionales. A pesar de los esfuerzos por crear referentes y por visibilizar a las mujeres en empleos que antes se vinculaban en exclusiva a los hombres, lo cierto es que se ha avanzado muy poco en la diversificación del mercado laboral. La mayor parte de las mujeres siguen desempeñando trabajos relacionados con la enseñanza, la sanidad, los cuidados y las labores domésticas. Y aun cuando consiguen hacerse hueco e incluso dominar profesiones mejor remuneradas, como las asociadas al ámbito de la salud, encuentran obstáculos para alcanzar posiciones de poder. El caso más flagrante es el de la sanidad. Ellas representan la mitad de las plantillas médicas, pero solo el 20 % alcanzan puestos de dirección.
Aproximadamente el 97,7 % de los puestos de empleado doméstico los ocupan las mujeres. Un porcentaje similar al de los profesionales de los cuidados a domicilio (93,3 %) o enfermeras (84,5 %), según los sindicatos. Acabar con los roles laborales llevará mucho tiempo: «Hay barreras estructurales que impiden el acceso o permanencia de las mujeres en el empleo», denunció recientemente la secretaria confederal de Mujeres e Igualdad de CCOO, Elena Blasco Martín. Las estadísticas le dan la razón: «Buena prueba es que de cada 10 personas que han abandonado el desempleo en el mes de febrero, solo una es mujer. Que de cada 10 personas registradas en el paro, seis son mujeres y que hay casi 550.000 mujeres desempleadas más que hombres, pese a haber 1,5 millones de mujeres activas menos», sostiene.
Todavía hay sectores de la economía donde la presencia femenina es prácticamente inexistente e incluso ha caído el interés por las profesiones de carácter más científico. También en las universidades. La excepción a la regla es el sector financiero, donde el empleo va al alza, según la consultora Oliver Wyman.
Las mujeres se jubilan con pensiones un 35,7 % más pequeñas
Estas barreras de entrada al mercado de trabajo, la mayor incidencia del empleo parcial, las brechas salariales, las dificultades para acceder a cargos de poder y la interrupción de la carrera profesional por la maternidad se traducen al llegar a la edad de jubilación en pensiones paupérrimas, más riesgo de pobreza y dependencia. «Las mujeres están en mayor riesgo de pobreza en la edad de retiro que los hombres», admite la Eurocámara. Según los cálculos de la institución, España es el noveno país con una mayor brecha. Un jubilado español recibe una pensión media de 1.225,6 euros. Si es jubilada, ese cheque se le quedará en los 803,3 euros. Y no, no hay ningún país de la UE donde las mujeres reciban prestaciones más abultadas que sus compañeros. Tampoco en los que, a menudo, se cuelgan la etiqueta de progresistas. Tras Malta (46 %), Países Bajos registra la segunda mayor brecha de todo el bloque (43 %). En Luxemburgo alcanza el 42,6 %. En Austria se eleva hasta el 41,1 % y en Alemania se sitúa ya en el 38 %, por delante de países como Italia (36 %) o Francia (30 %).
Igualar por lo bajo
Uno de los problemas que detectan los expertos al pasar la lupa a la evolución de las pensiones es que la brecha de género solo se reduce bruscamente en época de crisis y a costa de igualar las prestaciones por lo bajo. Es lo que le ocurrió a Grecia en los peores años de la crisis. Sus gobiernos metieron la tijera donde podían: en las pensiones más altas, que corresponden a los hombres. Sin embargo en los años de expansión económica y bum inmobiliario, cuando el mercado laboral era más favorable, esa fractura aumentó en un 5 %, según informes de la Comisión Europea.