El plan de recuperación tiene aciertos y errores, siendo aquéllos más numerosos que éstos. Los primeros están sustentados en un buen diagnóstico de la situación y en el aprovechamiento de los fondos europeos para generar una economía más próspera y mejor especializada. Los segundos, en el olvido de algunos de nuestros principales sectores y en dar prioridad a la ideología respecto al pragmatismo.
Entre los aciertos cabe destacar:
1) El gasto público será el motor del crecimiento económico. No hay otro posible. El aumento del desempleo, la bajada de salarios y la mayor prudencia de los hogares impedirán que lo sea el gasto de las familias. La disminución de la demanda y la fragilidad financiera de las empresas evitarán que la inversión asuma dicha función. Finalmente, la crisis mundial descartará a las exportaciones. En 2021, el techo de gasto de las Administraciones Públicas aumentará en un 53,7%. Una cifra que conducirá al presupuesto más expansivo de la democracia y que tiene una clara lógica: ante circunstancias excepcionales, medidas extraordinarias. Dicho aumento del dispendio permitirá al sector público rescatar al privado y la consecución de una rápida recuperación
2) A corto plazo, la deuda pública no es importante. Algunos economistas tiene obsesión con la deuda y el déficit público. Una ofuscación que les lleva a argumentar que, si en la actualidad no hacemos recortes del gasto, tendremos un problema a largo plazo. Para mi, si los efectuamos ahora, muchos de nosotros no llegaremos a dicho momento. Y si lo hacemos, será en condiciones miserables. Además, si realizáramos dichos recortes, la crisis duraría bastante más y la recaudación de impuestos se hundiría en los siguientes ejercicios. Por tanto, la deuda y el déficit también serían elevados. Un buen ejemplo lo fue Grecia. Por tanto, el Gobierno acierta cuando otorga una importancia secundaria a ambas variables y antepone a ellas la salvación de numerosas empresas y el bienestar de las familias. Unas prioridades similares a las del resto de países de la eurozona.
3) Una palanca para transformar el país. El plan de recuperación, financiado con emisión de deuda y fondos europeos, está previsto que genere un nuevo país. Sin dejar de hacer lo que hacemos muy bien (por ejemplo, turismo), las anteriores partidas deberían proporcionarnos una posición privilegiada a nivel mundial entre las actividades con mayor proyección futura. Con dicha finalidad, es imprescindible la conversión de numerosas empresas tradicionales en mixtas (online y offline), la generación de riqueza a través de la economía verde, la metamorfosis de las plantas automovilísticas y la creación de compañías cuyo objeto de negocio sea la compraventa de datos.
Entre los defectos pueden estar:
1) L postergación del sector turístico. En 2018, el turismo representó el 12,3% del PIB. Si a dicha participación, le sumamos una parte sustancial de la restauración, comercio, transporte y ocio, su peso en la economía del país supera con holgura el 20%. Increíblemente, en el plan de recuperación tiene una escasa importancia. Un gran equivocación, pues la especialización del país en dicha actividad es una ventaja. Un dato lo confirma: en los últimos nueve años, el aumento de los ingresos turísticos superó en ocho al del PIB mundial.
2) La subida del IVA. Si el gobierno sube el IVA, cometerá un error de manual. En las crisis de demanda, el sector público debe estimular el gasto de familias y empresas. Indudablemente, una subida de uno de los principales impuestos lo desincentiva.
En definitiva, un plan que va por el buen camino. No obstante, como siempre sucede, su éxito dependerá de la letra pequeña. En concreto, de la conversión de los grandes principios en buenas actuaciones.