El teletrabajo, que ha estirado las jornadas laborales, plantea ahora la necesidad de nuevas normativas
La crisis sanitaria del coronavirus ha cambiado en los últimos meses muchas cosas en España. Una de las más destacadas ha sido la forma de trabajar. Si, según los datos del INE, en 2019 apenas un 4,8% de los españoles trabajó más de la mitad de los días desde casa (muy por debajo, por ejemplo, del 14% de los holandeses o del 13,3% de los finlandeses), la pandemia obligó, casi en cuestión de horas, a disparar este porcentaje hasta el 34% del total de la población activa, conforme a un reciente estudio del IvieLab, del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas, que toma también datos del INE. Fue una transformación del modelo de trabajo hecha a toda velocidad en un país que no estaba preparado para ello, pues en su informe de 2019 el propio INE había advertido ya de que, con la tecnología existente en las empresas, en España solo un 22% de los empleados tenían los medios como para optar por esta modalidad. El trabajo a distancia llegó al país súbitamente, de forma masiva y con desajustes.
Uno de los más relevantes, dicen los expertos laboralistas, tiene que ver con la jornada laboral. Más concretamente, con su repentina ampliación. Si el gran temor sobre el teletrabajo era que desde casa se perdiera el tiempo, este tardó poco en disiparse. A finales de marzo, con las medidas de confinamiento asentadas ya en muchos países, la empresa de soluciones tecnológicas NordVPN Teams detectó que en Europa los empleados habían pasado de estar una media de ocho horas activos en las redes VPN que los conectan con sus empresas de forma remota a estar diez, lo que ha supuesto un aumento de la jornada laboral de dos horas. En Estados Unidos esta cifra se vio incrementada hasta las 11 horas, un exceso de tres. Para evitar este tiempo de más, que suponen dar varios pasos atrás en la conciliación entre la vida laboral y la vida familiar, muchos reclaman ya un concepto clave: el derecho a la desconexión digital.
Este subraya la necesidad de sujetar a empresas y empleados a la obligación de que, una vez acabada la jornada de teletrabajo, estos últimos abandonen toda la tecnología que los mantiene unidos a sus puestos (móviles, ordenadores, tabletas…) sin que ello suponga un perjuicio para la empresa ni para los propios trabajadores. “Se ha dado un paso de gigante en esta crisis porque se ha demostrado que podemos trabajar desde casa. Pero el gran reto ahora es la desconexión digital. Hay que concienciar sobre ello”, advertía este martes sobre la cuestión Alicia Muñoz Lombardía, directora de Gobierno, Regulación y Privacidad del Banco Santander, en una charla online organizada por la Universidad Pontificia Comillas. La entidad presidida por Ana Patricia Botín, destacó, se ha puesto ya manos a la obra, y empieza a ser cada vez más frecuente, por ejemplo, que los empleados de la entidad respondan con mensajes automatizados a emails que entran una vez superada su jornada, o que la propia plataforma de correo electrónico lance un aviso cuando un mensaje se está mandando a deshoras.
Cambio de mentalidad
Aunque el Gobierno ya ha anunciado su intención de regularlo en la ley que abordará la cuestión del teletrabajo, por ahora el derecho a la desconexión digital está recogido tan solo en el artículo 88 de la Ley Orgánica de Protección de Datos, que no contempla ni medidas concretas para que se lleve a cabo ni sanciones por incumplir con él. Además, el fenómeno del teletrabajo, tan reciente en España, aún no ha generado mucha jurisprudencia. “Hasta ahora, el teletrabajo ha sido un sálvese quien pueda y una fuente de abuso. Pero, junto con el avance tecnológico, deberá llegar un avance en la regulación”, explica Álvaro San Martín, del bufete Casadeley, que reconoce que ya ha recibido algunos casos planteando el problema de las horas extra desde casa.
Para Iván López, laboralista de Iene abogados, todo avance en la ley deberá llegar junto con un cambio de mentalidad: “En España vivimos en una cultura laboral presencialista donde esperamos leyendo el periódico a que se vaya alguien de la oficina para poder irnos nosotros. No tiene sentido”, explica. “Poco a poco, tendremos que ir pensando en trabajar por objetivos más que en estar siempre pendientes del reloj. Si yo quiero empezar a redactar un escrito a las 12 de la noche porque quiero pasar la tarde con mi hijo, ¿qué problema hay?”, reflexiona López.