El gráfico que muestra cómo ha cambiado la forma de perder un empleo tras la reforma laboral

Resolución de un contrato Foto: iStock

Más de un año y nueve meses después de la aprobación de la reforma laboral, el debate sobre su impacto en la calidad del empleo sigue sin cerrarse. Nadie cuestiona el hecho de que hay más trabajadores con un contrato indefinido y menos con uno eventual que nunca en la historia del mercado de trabajo español, pero son muchas voces las que advierten de que ha habido un trasvase de la precariedad asociada tradicionalmente a los eventuales hacia los fijos, hacía los indefinidos, considerados como la relación laboral premium. Aunque lo que preocupa de verdad a los asalariados es si terminar en paro está más cerca o más lejos que antes. Es decir, si los empleos indefinidos han perdido estabilidad.

En el análisis de la estabilidad del empleo, una de las herramientas que se ha revelado más accesible, sencilla e interesante de analizar es la estadística de causas de bajas de afiliación al Régimen General que publica la Seguridad Social. La rotación entre altas y bajas es una constante del empleo en España. Entre el 1 y el 31 de agosto, sin ir más lejos, se registraron 1,5 millones de altas y 1,8 millones de bajas, pero un mes después, las primeras alcanzaron los 2,4 millones y las segundas se quedaron en 2,1 millones.

Esta volatilidad hace que la Seguridad Social recurra a la media mensual para medir la evolución general del empleo. Pero a la hora de estimar los motivos de esas bajas resultan más claros los datos a fin de mes, ya que muestran la cifra exacta para cada tipología, que incluye conceptos tan variopintos como las dimisiones, las jubilaciones, los ERTEs o los procesos de incapacidad temporal. Además, se pueden acumular para comprobar su evolución en los que va de año

Pero las más frecuentes son aquellas que más preocupan a los trabajadores, ya que suponen un ‘cese’ que pueden mandarles al paro: el fin de un contrato temporal, un despido, no superar el periodo de prueba y el pase a la inactividad de un fijo discontinuo que, aunque no supone la extinción del contrato, por lo que no cuentan como parado en las cifras oficiales, sí implica la baja de afiliación y permite al afectado cobrar una prestación por desempleo. Una situación que sitúa a esta modalidad en el centro de la polémica desde la reforma laboral y que ha motivado incluso un análisis específico por parte de Seguridad Social.

No son las únicas (hay otras causas ‘no voluntarias’, como la muerte del empresario al cierre legal de la empresa) pero sí las más habituales y con diferencia: estos cuatro conceptos acumulan 9.902.476 en los ocho primeros meses del año (los datos de septiembre aún no se han publicado), el 73% del total registrado. Un porcentaje muy elevado y que, sin embargo, supone cinco puntos menos que en el mismo periodo de 2019. En cifras absolutas, los 9,9 millones de estos ceses suponen un 17% menos que en 2019. En la misma comparativa temporal, el total de bajas ha retrocedido un 12%.

Todo ello confirma el éxito de la reforma laboral: al haber menos contratos temporales, los ceses por finalizarlos han caído un 43,7%, de 10,6 a los 5,97 millones. Pero en paralelo, las bajas por pase a la inactividad de un fijo discontinuo se han disparado un 395%, hasta los 2,6 millones. A ellos se suman el aumento en los despidos (un 67%, hasta los 640.549) y las bajas por no superar el periodo de prueba (llegan a 653.924, un 41,6% más).

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Estos datos muestran que el peso de los ceses ha disminuido ante todo por la menor volatilidad del empleo, al haber menos empleos eventuales, lo cual es un efecto achacable por completo a la reforma laboral y, en particular, a la supresión de los contratos por obra y servicio. Pero las bajas por cumplir con la duración determinada de un contrato siguen siendo la causa mayoritaria de cese, si bien han pasado de suponer el 88,5% al 60,4% de los ceses. Es decir, restan 28 puntos.

El problema es que las bajas motivadas por el pase a la inactividad de un indefinido fijo discontinuo suponen ahora el 26,5% de los ceses, cuando en 2019 eran el 4,4%. Es decir, aportan 22 puntos más. El peso de los despidos suma otros tres puntos porcentuales adicionales y los ceses por no superar el periodo de prueba, dos más a los niveles de antes de la reforma. En 2023 suponen el 6,5% y el 5,7% respectivamente, lo que eleva el total al mencionado 73%.

Eso sí: aunque su impacto en términos de volatilidad sea limitado, no impide los efectos económicos de despidos no sean relevantes. Influyen en los salarios y en cuestiones como la polémica por la falta de mano de obra, pasando por el debate sobre el coste del despido, pero su peso en términos de volatilidad es más reducido.

En cualquier caso, aunque, no se puede hablar de un ‘trasvase’ completo, si es evidente que el efecto de la reducción de bajas vinculadas a los contratos temporales se ha visto mitigado, por lo que ha ocurrido con los empleos indefinidos. De hecho, si analizamos por separado el caso de trabajadores con contratos eventuales, vemos que los despidos y los ceses por no superar el periodo de prueba se mantienen en los niveles de 2019.

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Pero que haya menos bajas no significa que los trabajadores sean más estables: de hecho, el 86% de las bajas de temporales se debe a un ‘cese’ (la gran mayoría por el cumplimiento de la duración estipulada para el contrato), cuando en 2019 eran el 84%. En este sentido, hay que recordar que estos porcentajes reflejan la composición de las bajas, independientemente de su número total.

Indefinidos ‘inactivos’

En el último año, el aumento de los despidos y bajas por no supera el periodo de prueba entre los indefinidos se ha convertido en el centro de un análisis recurrente. Pero la pregunta es si el incremento de las bajas de afiliación de los indefinidos se debe exclusivamente a que hay más trabajadores con este tipo de contratos o a que sus empleos son realmente más inestables.

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Aquí la clave la vuelve a dar la proporción de ‘ceses’ sobre el total de bajas de afiliación, que se han disparado del 44% de 2019 al 60% de 2023. No se producen por los despidos o las extinciones por no superar el periodo de prueba, sino por los fijos discontinuos que son enviados a la inactividad.

Esto no es nuevo. Ya antes de la reforma laboral era el primer motivo de baja de un trabajador con un contrato indefinido. En 2019 suponía el 26,2%, mientras los despidos llegaban al 15% y las bajas por no supera el periodo de prueba apenas llegan al 2,9%. Cuatro años después, el peso de los fijos discontinuos en las bajas de los indefinidos se ha disparado al 42%, las derivadas del periodo de prueba han subido al 7,6% y los despidos han retrocedido al 9,6%%.

Este papel de los fijos discontinuos parece muy desproporcionado si lo comparamos con el que tiene en el total del empleo, que el Gobierno cifra entre un 5% y un 6% (según el mes) de la afiliación al Régimen General. Aunque hay que recordar que los asalariados con contrato temporal suponen el 14% de los afiliados. Esto significa que son dos modalidades igual de volátiles que no contribuyen a la creación ‘real’ de empleo estable.

La diferencia es que, en los fijos discontinuos, el cese es temporal y el empleado cuenta con un compromiso de volver a ser llamado. Aunque en ese tiempo no cobre salario, no cotice y en muchas ocasiones se ve obligado a pedir una prestación o subsidio por desempleo, característica que comparte con un desempleado, nunca está reconocido como un parado oficial.

Vía: https://www.eleconomista.es/economia/noticias