Paridad euro-dólar por primera vez en 20 años: causas y consecuencias

La depreciación del euro frente a la moneda estadounidense es un arma de doble filo, pero en el escenario de volatilidad global y precios récord en la energía, los europeos tienen más que perder

Ilustración: Gabriel Sanz.

Hay que remontarse a noviembre de 2002 para ver la última vez que se cumplió esta fórmula: 1 dólar igual a 1 euro. Dos décadas después, los coletazos de la peor pandemia del siglo y las consecuencias de la guerra en Ucrania han llevado, de nuevo, a la moneda estadounidense y la comunitaria al paralelismo. “La paridad actual tiene mucho más que ver con la apreciación del dólar que con la caída del euro. Los ciclos de política monetaria en los Estados Unidos y la zona del euro no están sincronizados en la actualidad, con los tipos estadounidenses subiendo mucho más rápido que en la zona del euro, lo que empuja el valor del dólar”, analiza Maria Demertzis, directora adjunta del think tank económico Bruegel.

La subida de tipos del Banco Central Europeo (BCE) ha sido más lenta y más contenida que la promulgada por la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed). La entidad de Fráncfort aprobó un histórico incremento de medio punto en su reunión extraordinaria de finales de julio y ya prepara otro movimiento en los próximos días, instigada por su sector más halcón. Si se mantiene tibia podría resultar en una mayor depreciación de la moneda comunitaria frente al billete verde.

En Washington, el incremento en los tipos ha sido de 75 puntos básicos y ya prepara una más firme. Este desfase en los diferenciales de tipos de interés ha provocado una aceleración de la entrada de capitales financieros en Estados Unidos fortaleciendo el dólar y depreciando el euro.

Además, los inversores buscan seguridad y la encuentran en el otro lado del Atlántico. En momentos marcados por gran incertidumbre como el actual, el hecho de que el dólar sea la moneda de reserva internacional le aporta un valor intrínseco del que carece el euro. Para más inri, Europa está mucho más expuesta que EEUU a los cierres de grifo de gas articulados por Vladimir Putin por su histórica dependencia con los hidrocarburos rusos. Y hasta que no se produzca la desconexión total con la energía procedente de Rusia, sus economías están a merced de lo que ocurra con el preciado gas.

CONSECUENCIAS

El impacto más inmediato de la paridad para los europeos es el encarecimiento de las materias primas, sobre todo de la energía, en un momento, además, en el que los precios de estos activos están sufriendo las subidas más altas de las últimas décadas. Europa importa muchos recursos en dólares y el impacto en la factura es especialmente punzante en la adquisición del gas y el petróleo. La devaluación de la moneda comunitaria frente al dólar provoca que comprarlos sea mucho más caro. Así, al mismo tiempo que importamos estos productos, importamos también inflación.

La crisis energética desatada por la guerra en Ucrania ha asestado una puñalada para el sistema financiero global. El desequilibrio entre escasez de la oferta y aumento de la demanda venía tocado por la crisis sanitaria, pero la brecha se ha hecho mucho más insoportable tras la invasión rusa a su vecino. El alza de los precios de la energía es un fenómeno internacional que se está dejando notar en todos los rincones del mundo, y EEUU es menos vulnerable a los cortes de gas orquestados por el Kremlin porque cuenta con vías alternativas de suministro. El gran agujero de su economía son en la actualidad los cuellos de botella en las cadenas de suministro.

Por su parte, Europa paga ya diez veces más por llenar sus reservas de gas de lo que lo hacía un año atrás. Su alta dependencia con los hidrocarburos rusos implica que la situación puede agravarse mucho más si Vladimir Putin cierra por completo el grifo de gas. Esta misma semana ha comenzado un nuevo corte de suministro a través del gasoducto Nord Stream 1; es el tercero del verano y anticipa ya un otoño caliente. Y un día antes, la compañía francesa Engie ha informado de un nuevo corte del gigante estatal Gazprom poniendo en alerta a un país que ya advierte a los ciudadanos de posibles racionamientos energéticos.

La UE está muy expuesta en esta batalla energética y Rusia ya amenaza con encarecer la factura del gas un 43% para finales de este año. “No podemos dejar que Vladimir Putin dictamine el precio de la electricidad en Europa cada día”, protestaba recientemente el canciller austriaco Karl Nehammer.

LA CARA ¿POSITIVA?

La depreciación del euro es un arma de doble filo. Por un lado, presenta una ventana para que los productos europeos sean más atractivos a la hora de venderlos al exterior. De hecho, las depreciaciones de moneda se han utilizado históricamente en diversas ocasiones para fortalecer las exportaciones y ganar competitividad en momentos de crisis. Es la conocida como “depreciación competitiva”. En paralelo, algo parecido ocurrirá con el turismo: para los europeos será más barato visitar el país norteamericano, mientras que los bolsillos de los estadounidenses sufrirán más cuando crucen el Atlántico.

En un escenario de tanta inestabilidad e inflación como el actual es difícil maximizar este beneficio. El debilitamiento del euro favorece las exportaciones, pero el pago en dólares del petróleo y el gas, que suman día tras día precios récord, desequilibra la balanza en detrimento del lado europeo. En estas circunstancias, el riesgo de importar inflación es mayor que el beneficio de ganar competitividad a través de las exportaciones. Una tendencia que podría revertirse con una disminución de la inflación y de los precios de alimentos y de la energía.

CONTEXTO

La gran pregunta es si, en este escenario, Europa se verá abocada a la recesión. Voces del Banco Central Europeo advierten de que los próximos meses serán claves y lo peor puede estar por llegar. Isabel Schnabel, representante alemana de la entidad, aseguró recientemente en una entrevista con la agencia Reuters que en este escenario de desaceleración económica e incertidumbre energética no puede descartarse que la zona euro entre en una recesión técnica. Los países de la moneda común alcanzaron en el mes de julio una tasa de inflación récord del 8,9%; en los países bálticos se dispara ya por encima del 20%, y un potencial cierre del grifo de gas ruso dejaría en situación muy crítica a la locomotora alemana, que podría arrastrar al resto de socios europeos.

De momento, la economía europea no entra en recesión, pero se desacelera. A las consecuencias bélicas se han unido las perturbaciones en la oferta provocadas por un verano récord se sequías. El Viejo Continente hace frente a su peor temporada de escasez de precipitaciones en 500 años.

Vía: https://www.elmundo.es/