- El sistema español no es capaz de recaudar más dinero cuando se producen subidas de impuestos
- El Gobierno usa el índice de presión fiscal para las reformas en lugar del de ‘sacrificio tributario’
La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, defiende la necesidad de incrementar la recaudación fiscal en torno a los 80.000 millones de euros para aproximar la presión fiscal española a la media europea, lo que aumentaría fundamentalmente Impuesto sobre la Renta (IRPF), la única figura tributaria capaz de aportar suficientes ingresos para alcanzar esta cantidad propuesta. En 2018, España se encontraba en un 35,4% de presión fiscal, en tanto que la media de la UE era del 40,3%, mientras que en la eurozona alcanzaba el 41,7%.
Sin embargo, buena parte de los expertos en tributación consideran que este índice es impreciso, poco informativo y de una utilidad muy limitada para realizar prescripciones de política fiscal. Así, mientras España es uno de los países de menor presión fiscal de toda la eurozona, el esfuerzo fiscal se sitúa entre los más altos, incluso por encima de algunos países como Dinamarca, Suecia, Finlandia u Holanda, paradigma de impuestos altos.
Según este índice, España está solo por detrás de Portugal, Italia, Grecia y Francia y muy por delante de países con estados de bienestar plenamente consolidados. Así, por ejemplo, si se aplicase la presión fiscal de Dinamarca (45,4%) a España, el es-fuerzo exigido a los españoles sería más elevado: los daneses tienen una renta per cápita de 51.600 euros anuales, mientras que la española es menos de la mitad (24.000 euros).
Esta diferencia se explica, fundamentalmente, porque el sistema fiscal español no es capaz de recaudar más dinero cuando se producen subidas de impuestos. La economía sumergida y el enorme impacto sobre la actividad productiva de un aumento de la presión fiscal explican esta distorsión. Además, el índice de presión fiscal tampoco tiene en cuenta el esfuerzo que requiere la generación de PIB, puesto que una misma presión fiscal puede exigir sacrificios fiscales muy distintos, puesto que presión fiscal y esfuerzo fiscal son conceptos diferentes.
Por ejemplo, la carga fiscal por todos los conceptos (incluidas las cotizaciones de la Seguridad Social) de los trabajadores solteros de más bajos salarios supone en España solo un 3,5% menos que la media europea, cuando nuestro PIB per cápita es un 9% inferior en poder adquisitivo. Esa misma carga en Irlanda, para el mismo trabajador, supone un 37% menos que la media europea mientras que su renta per cápita es un 91% mayor. Además, Irlanda cuenta con un 4,8% de su población activa desempleada en febrero pasado, y España tenía un 13,6% de paro.
Esta diferencia se explica, fundamentalmente, porque el sistema fiscal español no es capaz de recaudar más dinero cuando se producen subidas de impuestos. La economía sumergida y el enorme impacto sobre la actividad productiva de un aumento de la presión fiscal explican esta distorsión. Además, el índice de presión fiscal tampoco tiene en cuenta el esfuerzo que requiere la generación de PIB, puesto que una misma presión fiscal puede exigir sacrificios fiscales muy distintos, puesto que presión fiscal y esfuerzo fiscal son conceptos diferentes.
Por ejemplo, la carga fiscal por todos los conceptos (incluidas las cotizaciones de la Seguridad Social) de los trabajadores solteros de más bajos salarios supone en España solo un 3,5% menos que la media europea, cuando nuestro PIB per cápita es un 9% inferior en poder adquisitivo. Esa misma carga en Irlanda, para el mismo trabajador, supone un 37% menos que la media europea mientras que su renta per cápita es un 91% mayor. Además, Irlanda cuenta con un 4,8% de su población activa desempleada en febrero pasado, y España tenía un 13,6% de paro.
Distribución de la carga
Los profesores de Economía Aplicada José Félix Sanz y Desiderio Romero (Universidad Rey Juan Carlos I) en su informe La insoportable levedad del índice de presión fiscal, publicado por Funcas, calculan el Índice de Esfuerzo Fiscal para las veinte principales economías de la OCDE y concluyen que España ocupa el cuarto país de la tabla en el Índice de Frank o el quinto escalón del ranking en el Índice de Bird. Aunque somos el décimoquinto país en presión fiscal, figuramos entre las cinco economías desarrolladas con mayor esfuerzo fiscal.
Sanz y Romero estiman que entre las limitaciones de este índice de presión fiscal cabe mencionar que solo informa, y de manera imperfecta, del nivel de imposición, pero nada dice de la composición del sistema fiscal que genera la recaudación ni de cómo se distribuye la carga fiscal entre los contribuyentes
Por eso, si las desigualdades económicas entre países preocupan, el índice de presión fiscal como indicador impositivo consideran que es muy deficiente, sacrificios fiscales muy distintos.
La crítica al índice de presión fiscal no es su cómputo en sí, sino “el obsesivo uso que se le está dando, convirtiéndole en el elemento esencial, casi único, sobre el que descansa el debate actual de la reforma fiscal. Por ello, ambos autores denuncian que “aun siendo útil, su protagonismo es desproporcionado. Un análisis riguroso de los sistemas fiscales requiere de la aplicación de técnicas estadísticas, econométricas y de modelización matemática mucho más elaboradas que el simple cociente de dos macromagnitudes, como son la recaudación y el PIB”.
“Si deseamos seguir utilizando el índice de presión fiscal como medida relativa de recaudación, debería acompañarse de otros índices agregados que complementan y mejoran la fotografía de la carga fiscal relativa que suponen los impuestos a la sociedad. Entre ellos, destacan los índices de sacrificio fiscal propuestos hace más de medio siglo por Henry Frank y Richard Bird”, estiman los autores. Estos índices de sacrificio fiscal atienen en cuenta la recaudación y el PIB, pero consideran también el tamaño poblacional y la renta per cápita. Así, los índices de sacrificio fiscal relacionan la recaudación con la capacidad económica del contribuyente.